Si hay un disco que para mi representa al grunge, ese género musical que nos invadió a principio de los 90 de la mano de Nirvana, es este. No en vano el líder de Sugar, Bob Mould, estuvo a punto de producir el “Nevermind» de Nirvana, aunque finalmente optaran por la producción de Butch Big, pero lo cierto es que Bob Mould ya hacía ese característico sonido grunge con su primer grupo , Hüsker Dü, y que con este disco su primero como Sugar, para mí, alcanzó la perfección. Canciones con guitarras tremendamente afiladas, herederas directas del punk, y con una intensidad brutal, hubiera matado por ver algún concierto de Sugar en esos primeros noventa, pero no pudo ser.
Nunca tuvieron el éxito comercial de Nirvana, está claro que Bob Mould no tenía el tirón de Kurt Cobain, pero desde luego no era por falta de canciones. Si Nirvana tuvo a «Smells like Teenage Spirit» como su canción de más éxito, la que permitió abrir todas las puertas que necesitaban para conseguir vender millones de discos, ya les hubiera gustado al señor Cobain componer un temazo como «If I Can’t Change your Mind» (ya le conté por aquí), un auténtico himno que se mantiene como esa canción secreta que solo los «conocedores» disfrutan y que incluso permitió a Los Planetas crear otro pedazo de tema basado en ella, «Brigitte» de su «Super 8».
Este Copper Blue es de esos discos que te activan en esas mañanas en las que crees que es imposible que el día remonte. Un discazo clave en la historia musical de los años 90 y el disco que más he escuchado de aquello que se dio en llamar Grunge, quizás también porque era de los más accesible, pero que necesita de una sola escucha para dejarte plenamente enganchado.